domingo
si tuviera el poder de mover los cumpleaños mañana sería domingo otra vez y pasado eustaquio. plantaría una escafandra y volaría a pies bajitos. me quedaría para siempre en este lugar florido, cálido pero de brisas frescas, con silencios sonantes y música funcional. viviría cada infinito segundo en este límite de vos y yo y nosotros y ninguno y los dos juntos. a la mañana entre mates barriendo pelusas del piso y pesos del alma, resaltadores y el primer trazo en hojas en blanco de empezarse; un mediodía de platos amasados rebosantes de rojo, con sobremesa olor café y migas en el codo mientras alguna película cuenta un idioma que nunca vamos a aprender; paseos con sombrilla en bicicleta, estación de tren y manos negras de jugar la tierra; siesta al sol con gatos en los pies y algún descubrir; atardecer de pan con manteca y cadencias armónicas y desafiarnos; leña chispeante y noches de lluvia, de libros que terminan en frazadas y la alegría temerosa de elegir un nuevo comenzar. mientras todo siempre afuera el frío, el mar lejano y la paz inquieta de saber que después de algún sueño de nubes intangibles o mariposas titilantes o viento que despeina todo vuelve a empezar, siempre tan igual, tan nuevo, tan distinto.
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