miércoles

resoplé como todas las veces que suena el teléfono. cerré la canilla y me sequé las manos con el repasador. busqué el inalámbrico y viendo la escalera que nos separaba, me paré al lado de la estufa y atendí, atada. del otro lado, con un fondo de silencio inverosímil, antes de que llegue el teléfono a mi oreja, temblaste. necesito preguntarte algo. no quiero que me respondas. por favor, callate. necesito que no me contestes. necesito preguntarte algo y que te quedes muda. no que hagas de cuenta que no escuchaste nada, ni que escondas la respuesta en algún rincón de tu boca, o de tu pelo, o de tus manos, o en tus rodillas. necesito sacarme esta pregunta de encima, dejarla desintegrarse en el aire. quiero que mis palabras desaparezcan en el exacto instante en que vibre tu tímpano. ¿te puedo querer? entendeme, julia, estoy hablando de quererte. de quererte tanto como para necesitar tu permiso.

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