martes
imaginate cuánto todo que caminé las diez cuadras sin ni siquiera ver llover. el libro con sus nombres me duró un colectivo, siete cuadras, el mismo colectivo en camino inverso; que sería lo mismo que decir que duró siete cuadras, porque hay días que ir y volver se anulan. un entrecerrar de ojos y palmas. el frío por adentro de las uñas y las manos inmutables, sosteniendo un escape mentiroso, volátil, ajeno. idiota. me busco pero hacía años que no me escondía tan bien. lo escribo para que exista: llueve. tanto estamos que son las cosas las que lloran por mí. voy a salir a tropezarme en la humedad de la vereda. pasar los dedos por el cemento áspero y traslúcido. voy. a ver si vuelvo, o por lo menos, se empapa este vacío en algún lado, se encoge, se pierde, se ahoga. tengo los ojos contra la pared, pero ya voy por el nueve. alguien en algún lado tiene que gritar por mí un piedra libre. aunque sea yo.
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